sábado, enero 29, 2005

Lo sabía todo

En los momentos más críticos de nuestro soberbio transcurrir por la vida, muchas veces formulamos al aire preguntas –que parecen y no lo son– estúpidas –como si quisiéramos que todos nos escuchasen, cuando sabemos intrínsecamente que Ella es la indicada para respondernos–. Por estupidez o imbecilidad o idiotez –o las tres al mismo tiempo–, no se lo inquirimos a nadie –y a Ella tampoco le preguntamos–. Dejamos sin alterarnos que las preguntas fluyan y se vayan como dejamos que los días y las noches pasen –no hay ser que las detenga: huyen–. Las interrogantes –con sus múltiples y posibles respuestas– se disipan y nosotros, tierna e inocentemente, creemos que no volverán, que no afectarán nuestra vida si quedan sin respuesta, sin fin, sin razón… Mentira. Regresan. Regresan cuando menos lo esperas. Están de vuelta en el momento más inoportuno y en ese instante ya es muy tarde para que Ella nos dé la solución... Y sabes, por arrepentimiento, que ella siempre supo la verdad… Mother.

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