lunes, octubre 08, 2018

alter | altĕra

«Je est un autre».

Rimbaud

Aquella noche me dijo: «Mientras pienso sobre mí, tú escribe sobre ti». Se pensó. Me escribí. Al poco tiempo, dejé de escribirme y empecé a escribirle; ella dejó de pensarse y comenzó a pensarme. Jugamos y –sin saberlo, tan sin querer, incrédulamente– nos difuminamos en el otro. Convivimos en la excelsa otredad: nos traspasábamos. No obstante, en aquel momento, no caímos en cuenta de que la aduana de la otredad era peligrosa… Entre más profundizábamos en el otro, parecía que nos alejábamos más. La realidad de descubrirnos era mucho más misteriosa de lo que llegamos a imaginarnos (escribirnos-pensarnos). No había marcha atrás. Al cruzar aquella frontera, uno –inexorablemente– se convierte en otro. Era demasiado tarde cuando lo supimos. No éramos el otro, sino otro. Muy poco tiempo después, nuestras miradas volvieron a cruzarse. Sonrió al verme y yo, a ella. También reímos, inocentemente y con un poco de nostalgia, porque recordamos que alguna vez fuimos el otro. Se acercó y me dijo: «Ya somos otros». Besó mi mejilla y se marchó con una cómplice sonrisa que colgaba de sus comisuras.

lunes, octubre 01, 2018

Singellus

Confieso, abiertamente, que hay muchas noches que echo en falta tu espalda pegada a mi pecho mientras dormías... ¿Por qué? Porque todo era extraordinariamente simple, bello y pacífico. También, sencillo; muchas tantas, incauto; además, ingenuamente delicioso; aún, natural; inclusive, espontáneo.