domingo, marzo 04, 2007

Extancāre


Para Carlos A. Calderón Ledezma
Ciudad de México. Al sur y al poniente de la ciudad: no tan -tan- al sur ni tan -tan- al poniente. Casi Insurgentes. Casi Barranca del Muerto. Casi Río Mixcoac. Casi Mediodía. Lunes casi al mediodía. Sin nubes. Sol a plomo. Plomo en el aire. Una aero-lámina-metálica de azufre y monóxido de carbono sobre la ciudad. El humo y los escapes parloteaban a destajo. El cofre de la camioneta era una sárten deseosa de freír un huevo. El motor era un caldera y de él humeaba un olor a aceite tostado, rancio y quemado. El calor comenzaba a ser cercano al primer círculo infernal. Las filas interminables de automóviles hacían que el destino de dos hermanos se encontrara a años luz o mejor dicho a horas-sudor, horas-nalga u horas-sauna...
El padrino, cansado y harto de esperar al volante, apagó la camioneta. Abrió la puerta y, antes de poner un pie en el asfalto, dijo: "O escribes o matas de una vez por todas ese blog, cabrón".
El xinet se quedó sin palabras. El padrino caminó por detrás de la camioneta. Por el espejo lateral, El xinet vio que se acercaba hacia su puerta. El padrino, ni tardo ni perezoso, tomó la manija y abrió con fuerza la puerta.
El padrino: Bájate ya, cabrón, que te vas a rostizar como pollo o te bajo de un madrazo. ¿Entendiste? O te lo digo al oído, papá.
Ante tan amable y cándida invitación, El xinet aceptó hacerlo: descendió de la camioneta. Ya en la pista asfáltica, El padrino, con sudor en la frente y un poco en la nariz, lo miró a los ojos y le preguntó...
El padrino: ¿Por qué no escribes? ¿Ya no te gusta o qué pedo? Mira que no lo hacías tan mal, cabrón, y ya para que te lo confiese...
El xinet: Sí, hermano, sí, sabes bien que me fascina escribir. ¡Me encanta hacerlo! Y, claro que he seguido escribiendo, de hecho creo que más de lo normal, de hecho más de lo normal.
El padrino: Pero, ¿por qué en el blog nada de nada?
El xinet: Pues, creo que se me estancó, como este puto tráfico... Así nomás, como cuando un día cualquiera vas por la calle y... ¡Madres! Te tropiezas con el maldio tráfico y ni para tras ni para adelante. Hay que tener cuidado con los tropiezos, porque hacen que uno pierda la costumbre. Y si uno se desacostumbra, se vuelve uno medio animal, animal y medio, ya sabes, es cuando el destino se encapricha y el destino toma otro pinche rumbo, se animaliza el destino y...
El padrino: ...y ya vas a empezar con tus jueguitos de palabras y tus lavados de cerebro. Bueno, pues, allá tú, lo que no se escribe, se olvida, se pierde, bueno, mejor dicho, la mente lo almacena muy maliciosamente y mira que sé de lo que hablo, la mente te juega chueco y cuando menos te das cuenta las palabras, que estaban destinadas a plasmarse, comienzan a hacer remolinos que quitan el sueño, se transforman en caracoles en vela que avivan el insomnio y que de un día para otro te hacen traer unas ojeras de aquellas. Nada más veme cómo traigo bolsas o casi sacos debajo de mis ojos. Hermano, escribir nos ayuda a poner en orden lo que pensamos a deshoras, en horas muertas, en las horas vivas, en los silencios incómodos, entre diálogos de películas, entre los anuncios de la televisión, entre tantos méndigos momentos...
El xinet: Sí, lo sé, lo sé. Tienes razón, tienes razón...
El padrino: ¡Claro que tengo razón! Siempre he tenido razón cuando opino sobre los demás. ¡Qué te quede bien clarito, papá! Pero, mira, Xinet, no me bajé para sermonearte ni para hacer gala de mis buenas opiniones y consejos, sino para decirte que mejor me acompañes aquí cerca por una pinche agua de jamaica a la nevería La Michoacana, porque este pinche calor me trae vuelto loco. Y de paso, si quieres, te invito una nieve de limón... Digo, si quieres, eh...
El xinet: Para bajar la calentura, no hay nada como algo bien frío, ¿no?
El padrino: Sin chistecitos, por favor. ¿Está claro?
El xinet: Está bien, güei, pero, no podemos dejar la camioneta aquí no más, en medio del pinche tráfico, y ¿si avanzan?, ¿si viene al policía?, ¿si...?
El padrino: Si qué... Ven, cabrón. ¡Cálmate y camínale! Que no quiero que me arruines el antojo de mi agüita de jamaica. Además creo que en definitiva todavía no has abierto los ojos, hermano. ¡Abre los ojos! ¡Despierta! Nada de lo que está sucediendo aquí cuadra. Nada tiene pies ni cabeza, no hace sentido lo que está sucediendo... Como primer detalle y para empezar, hoy es lunes casi al mediodía, ¿no deberíamos estar trabajando?; segundo, yo no manejo, qué carajos hago entonces con una camioneta; tercero, llevas ya varios meses viviendo en otro país, por ende, ¿qué haces aquí en la Ciudad de México?; cuarto, a mí no me gusta el agua de jamaica... Hermano, nada es lo que parece...
El xinet: Sí, sí, tienes razón, tienes razón, nada es lo que parece...
El padrino: Así es, hermano, nada es lo que parece, nada es lo que parece... ¡Despierta!
El xinet: Está bien, está bien, pero antes vamos por tu agüita de jamaica y por mi nieve de limón, que quiero despertar con un sabor dulce en la boca...