(Foto de Eduardo "Edo" G. Tamayo)
Un día despiertas y -sin querer- las décadas, los meses, los días te caen encima. Frotas tus ojos y ves que hay muchas cosas que han cambiado. Tropiezas con la vejez en un solo parpadeo.
- El sabor de ciertos alimentos y bebidas lo prefieres un poco más amargo de lo habitual.
- Las visitas a la tintorería son cada vez más frecuentes. Al menos un día a la semana pides el servicio de "lavado y planchado" para tus trajes y corbatas.
- Los jeans (vaqueros o pantalones de mezclilla) se vuelven un lujo para los fines de semana.
- En el clóset, las playeras con estampados exóticos ya no son mayoría; las camisas, sí.
- Entre semana procuras -ya- no desvelarte. Si lo haces, sabes que te espera al otro día un infierno.
- Las tarjetas te permiten pagar a plazos tus caprichitos de fin semana.
- La soltería es un estilo de vida. Las relaciones son cada vez más prácticas.
- El romanticismo ya no es más un modus vivendi, sino un arma más para ligar.
- Los consejos de los padres no están tan locos ni disparatados.
- La práctica de un deporte se convierte en una manera de mantenerte física y mentalmente sano, ya no es del todo una diversión.
Vaya... La lista no termina ahí. Sigue y sigue. No tiene límites. Una vez que los años caen como cascada, no hay nada ni nadie que los detenga... Todo ha cambiado.