La voz popular mexicana dice que «un mexicano nunca mea solo» [orina para todos aquellos que tienen oídos santos]. Este casi-proverbio mexicano no parece afectar la imagen sólida del macho mexicano; al contrario, en muchos de los casos, puede ser hasta solidario y, enteramente, fraternal. Pero, qué pasa si te encuentras en un antrillo y, a su vez, has bebido -al menos- 5 chelas [cervezas]. Obviamente, con tal carga vejigochelérica, te dan ganas de liberar los líquidos etílicos que has consumido en santa paz durante toda la tarde-noche. Además, las ansias y el deseo por contarle a tu bróder que la mujer que está sentada frente a ti no ha parado de tirarte-el-can desde que llegaron al lugar. ¿Cómo se te ha insinuado? Pues, abriéndose el escote cada vez que volteas y cruzando las piernas -puntualmente- cada 7 minutos. Él -obviamente- como buen caballero y guerrero de mil batallas acude a tu gentil llamado y te acompaña: mearán [orinarán] juntos. Sin embargo, la fraternidad se detiene de tajo en el preciso instante en que cruzan el umbral del "tocador de caballeros", un sinfín de tabúes se aconglomerarán en sus pervertidas mentes... Las frases efusivo-etílicas se quedaron arrumbadas entre los cascos de chelas, colillas de cigarro y botana rancia: olvidada está eres-un-chingón; abandonada, te-quiero-un-madral, bróder; desdeñada, no-hay-pex-sal-con-mi-hermana-caón; postergada, siempre-bróders... Al cruzar la puerta del baño, siguen siendo carnales, pero, ahora sí, adjuntándole 2 excepciones a la máxima mexicana de «un mexicano nunca mea solo».
Un mexicano nunca mea solo...
- Siempre y cuando estén separados, al menos, por un metro o un mingitorio.
- Siempre y cuando su amigo no lo mire por debajo de los hombros mientras mea.