domingo, marzo 23, 2008

Besugos (Cinco) o Laurel de Mar

(Foto de Eduardo "Edo" G. Tamayo)

Ella, antes de salir de casa, con nostalgia miró/acarició/olió/sonrió -todo al mismo tiempo- el fragante laurel de la mesita que estaba acompañado por el inmenso cuadro del Mar Mediterráneo que ornamentaban la entrada/salida principal de casa. Aquel momento -siempre- le quitaba a la memoria preciadas neuronas de corto plazo. Ella, aunque lo sabía, se dejaba llevar por ese encantador instante de placer y pérdida. El precio que debía pagar era poco comparado con la cálida/trémula/sublime delicia que recorría sobre su cuello y pecho agitado cada vez que le venía el recuerdo de aquellas manos, de aquellas palabras, de aquella fuerza, de aquel empuje, de aquellos humores, de aquellas respiraciones entrecortadas, de aquel ayer. Olvidar el paraguas/el lápiz labial/el libro del momento/la dirección/la botella con agua no significaba nada frente a lo que experimentaba ante el laurel y el mar...

Salió a la calle. Barcelona estaba húmeda. La ciudad comenzó a abrazarla. Entonces Ella -también- empezó a humedecerse. Llegó mojada a la estación (M) Poble Nou. Justo cuando cruzó la entrada, el esperpéntico sonido encapsulado del metal en fricción subió por el pasillo anunciando la llegada del metro. Ella apresuró el paso y bajó rápidamente las escaleras hacia el andén. No quería perder el subterráneo. Las puertas se cerraron ajustadamente tras abordar el vagón vacío. Tomó asiento y se acomodó. Mientras se desabrochaba la gabardina con una mano, la otra buscaba el lápiz labial en una de las bolsas: lo había olvidado. Cerró sus ojos y soltó una sonrisa coqueta. Al abrir lentamente sus ojos, observó que frente a Ella estaba el Mar.

Él no dejó de mirarla. Como un gesto involuntario, se llevó la mano derecha al mentón. Él, con una leve exhalación seguida de una sonrisa, asintió con seguridad. Hubo un par de suspiros al unísono. Ella disfrutaba del oleaje del vagón, mientras Él, con la mirada, la recogía mar adentro. Ella y Él fueron cómplices de la marea durante un par de minutos hasta que Él se acercó lenta y discretamente a Ella...

Él: Sabes... Hace trece años, con un laurel en la mano, me rompiste el corazón...

Ella: Pero, pero... Fue sin querer, tan sin querer que yo también me lo rompí y me ahogué en ese porfundo mar...

13 comentarios:

Scorchy dijo...

He leido/estudiado/pensado el seu post mi estimado chino/jepes/chepe.
Scorchy y yo esperamos que a la próxima chica no se le olvide el rouge y se atreva a darse un chapuzón en su mar.

Anónimo dijo...

Desprenderse nunca es fácil. Uno se aferra, a pesar del dolor. Esperamos que eso que dejamos (o que nos deja) vuelva. Todos los días revivimos los recuerdos, como Ella con el laurel y el cuadro del Mar (¿será de GilMAR?), aunque sabe que pierde neuronas pensando en algo que no volverá. Recordamos porque sabemos (o creemos) que aún queda algo que no hemos dado.

Podemos dejar de recordar, pero nunca olvidar. Lo dicen el "El viaje de Chihiro": Nada de lo que sucede se olvida, aunque tú no puedas recordarlo. Lo que hay que lograr es que no duela, dejar de esperar.

Cuando uno espera algo, si no llega, viene la decepción. Como me dijo un amigo, pensemos que todo es único e irrepetible, y en esa medida, no tiene sentido esperar que vuelva.

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Scorchy, agradezco tu asidua lectura de este blog -no tan actualizado como el tuyo, pero, al menos se intenta hacerlo significativo-. Gracias, por tu compañía en los vagones del Metro Barcelonés y por tus doctorandos, sabios y buenos consejos.

Jo, te doy la bienvenida a este blog. Así es, Jo, siempre quedan cenizas en alguna parte, aunque todo sea irrepetible y la espera sea una búsqueda -en apariencia- sin sentido, bien vale la pena abrazarse a ese minúsculo instante de nostalgia y respirar el ayer con los humores del hoy.

Rafael Merino Isunza dijo...

Me sorprende gratamente encontrar en este texto una sensibilidad decantada y recursos literarios, además de originales, variados, que muestran imágenes claras de las emociones. Duele la exhaustiva búsqueda de la no imposibilidad o del transigir a ese pequeño algo…

Un gran texto amigo, abrazos para ti.

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Rafael, grato es tenerte entre mis lectores asiduos. Muchas gracias por tus comentarios siempre poliformos y alentadores. Te mando un abrazo de letras y encuentros metafóricos.

Amaveli dijo...

hace dos años le rompí el corazón a ... alguien, sin saber que me lo estaba rompiendo yo misma.

saludos y sube más escritos! escribes muy bien!

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Amaveli, esperemos que esa ruptura no haya causado tantos trastornos y estragos psicológicos... Tomaremos en demasía tu recomendación y tus comentarios. Muchas gracias por seguirme leyendo.

Rafael Merino Isunza dijo...

Amigo, por favor postea algo nuevo. Nos has dejado en una muy larga espera.

Abrazos, Rafael.

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Rafael, intentaré en breve publicar algunos textos que se me han quedado entre las teclas -y en el tintero digital-. Muchas gracias por reanimarme y por visitar constantemente el blog. Abrazos.

inma dijo...

Está claro que queremos que vuelvas al blog, venga, anímate!

Saludos!


PD: puede que a Otto le pasara lo que a Montaigne pero pensarlo me entristece porque estaría huyendo de María, o de mí.

inma dijo...

Gilmar, no actualizas ni a la de tres :( Auqnue supongo que se debe a la falta de tiempo (espero que no sea de inspiración...)

Oye, que te dejo el link de mi blog y lo cambias por el de cuentos chinos, que ese ya no lo toco, vale?

http://www.laspalabrassonelpretexto.blogspot.com/

Saludos!^^

Anónimo dijo...

Como yo interpreto esta historia, para mí es claro que aquí hubo una herida que nunca se cerró, una conversación que nunca se llevó acabo y que a ambos personajes los llevó a mantenerse más que en el recuerdo, en el dolor.

inma dijo...

Me he mudado, gam :)